Quiero contaros una historia real o no,
que sucedió en un país llamado Ilusión.
Había dos hermanos, que lo tenían todo
y más juguetes que dedos en sus manos.
Quiero decir, que tenían, muchos, muchos, muchos.
Jugaban y jugaban y cuando de ellos se cansaban,
en un rincón de la casa sin cariño los olvidaban.
Su mamá, les propuso un día, que fuesen colocados
en grandes estanterías y en el oscuro
sótano fueron
olvidados.
¡Qué pena de juguetes abandonados!
Allí fueron a parar, el payaso Colorín
que hacia piruetas con su viejo patín,
una cajita de música y una lamparilla,
un trapecista en bicicleta y un coche de madera,
al que le faltaba una rueda,
soldaditos, enanos, un tambor y un pequeño piano.
Habían ¡como no! un caballo blanco como el algodón
que se llamaba Trotón, y una muñeca de porcelana
con una mirada tan dulce, que parecía que hablaba.
Carmelita, que así se llamaba, era preciosa,
tenía el pelo rubio como el sol y una blusa marinera
que alguien le bordó.
¡Había en su cara tanta alegría! que parecía tener vida.
Una noche que estaba yo revisando las calderas,
por debajo de la puerta, y, curiosa por ver
lo que allí pasaba,
me asome por el ojo de la cerradura
mirando incrédula;
Estaba encendida la lamparilla, sin cable y con bombilla,
y la cajita de música
habría despacio su tapa para que sonara.
Los juguetes del sueño despertaron y con gran energía
de las estanterías saltaron, cantaron bailaron,
hasta que se agotaron y cuando la luz del día asomaba,
cada uno en la estantería estaba.
Aquella mañana bajaron a Pepón, el nuevo muñeco,
era rechoncho y gracioso, llevaba pantalón azul
y zapatos de cuero, y sin buscar donde colocarlo
en un rincón lo dejaron aislado.
Como cada noche, acudí a mi cita para ver tal maravilla
se encendió la luz y, sonó la música.
De nuevo estaban las estanterías vacías
Pepón, medio dormido todavía, cuando vio a Carmelita,
tan hermosa, tan bella, le dijo:
“Quién te tuviera en sus brazos mi preciosa catira”
Ella, al escuchar tan bonitas palabras
dejó caer su pañuelo para que el se acercara,
y mirando de frente sus ojos,
de un azul transparente como el mar,
se enamoró la niña, como el sol de la mañana.
Ya no estaba solo Pepón, y paseaba por la estancia
de la mano de su amor.
El presagio de una noche triste me encogía el alma,
mi corazón no me engañaba.
La dueña de la casa, regaló los juguetes más antiguos
a un centro de acogida, con tan mala suerte,
que Carmelita, al fondo de una caja fue a parar
y al separarla de su amor, por sus mejillas apagadas,
una lágrima le vi rodar.
Todo estaba en silencio aquella noche,
solo la luz de lamparilla me era familiar y Pepón, lloraba
desconsolado porque a su amada no podía besar,
enfermó gravemente el pobre de tanto y tanto pensar.
El caballo Trotón, le vio tan mal, que le propuso, ir en
busca
de su amada, y a lomos de su amigo subió
notando en los costados nacer dos alas.
Muchas noches pasaron sin volverse a ver a los enamorados,
y cuando la ilusión tenía perdida, aparecieron a lomos del caballo
halado, Pepón y la dulce catira, y, de nuevo en la estancia
triste y oscura, renació la alegría.
Vosotros mis niños, tenéis que averiguar la verdad,
si sois capaces de jugar con la ilusión,
buscareis más allá de la realidad, para encontrar la fantasía
que nos hace soñar.
Si lo conseguís, mandar una carta al país de la ilusión
y tendréis noticias de Trotón, Carmelita y Pepón.
No dejéis amigos míos
Que se pierdan los sueños, y, cuando seáis mayores,
contaréis vuestros propios cuentos, porque la imaginación
también tiene su reino.
Fini López Santos
(Derechos reservados)
Dibujos de Fini López Santos
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