Foto de la red
Estabas ante mis ojos,
mi garganta se negaba
a emitir sonido alguno
mi corazón gritaba
y me derrumbe en sollozos.
Me dijiste: ¡No me ames!
Con tus palabras fui muriendo
llenando mis días de ansiedades,
quedaste triste, enmudecido,
lloré sin poder evitar tus desplantes.
Te marchaste sin despedirte
fuera del alcance de mis miradas,
donde mi calor no te alcanzase,
lejos del sonido de las palabras
con las que tú me repudiaste.
Vi una sonrisa iluminar tu rostro,
lejos, te sentí vibrar por la emoción
y cuando te fuiste acercando
una lágrima te delató.
¡Me pediste perdón!
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