miércoles, 8 de agosto de 2012

Selene



La luna pudorosa se escondía tras la cortina 
semiechada, tapando a medias el ventanal 
abierto a la suave brisa nocturna. 
Con su luz dibujaba el cuerpo de ella agitado, 
como aguas bravas deseando el romper 
de las olas en una playa relajada y placentera. 
Al ritmo de un tango acompasado y pasional, 
sus manos penetraban en el olimpo de afrodita 
regalando el elixir en pequeñas gotas, cual esencia 
de preciado perfume, perlas majestuosas de 
valor incalculable para alguien que gustase 
libar tan preciado manjar, mana de dioses. 
Con la necesidad imperiosa de seguir el ritmo 
que pedía su cuerpo, abrió el baúl de sus 
deseos y en un dulce y agitado vaivén de sus 
caderas junto a unos dedos descarados y 
atrevidos, fue soltando gemidos, relajando 
músculos y en un tic convulsivo, gritó su 
nombre maldiciendo entre dientes, esa 
dependencia de su imagen en la alcoba. 
Y se entrego toda, casi perdiendo la conciencia 
al placer de un orgasmo que se negaba a 
finalizar, su piel, brillaba como ungida por los 
mejores aceites al reflejo de una luna 
ensimismada ante tanta belleza, y enamorada 
de un imposible, se descubrió sonrojada 
por el febril deseo de poseerla. 
Fue entonces cuando tras un profundo y 
abandonado suspiro, escuchó murmurar 
quedamente a sus labios: muero en tus manos 
que son las mías, el puente entre tu y yo 
a través de esas cortinas. 
Y la luna palideció. 

Copyright Fini López Santos
(Derechos reservados)
Fotos de la red




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