viernes, 19 de abril de 2013

Mi liturgia

Foto de la red



Ensimismado en tus papeles, integrado en 
el pequeño espacio del que, ya sois uno mismo, 
no percibes mi llegada a tu reino. 
Pero ya es un rito... es la hora. 
Necesitas de mis laureles, sí, el premio 
a tu persona que tan gratamente te entrego. 
Mi cuerpo se estremece con el aroma que tu 
piel desprende con total provocación. Llego 
por tu espalda atesorando hasta el aire al 
caminar, para que no percibas el más mínimo 
resquicio de mi presencia. 
Y es que no puedo tenerte distante de mí. 
Descanso mis manos en tus hombros desnudos, 
al unísono mi boca se posa en la ladera de tu cuello 
provocadoramente sensual y siento latir la aorta 
sin compás, ni freno... te acelero. 
Te vendrá bien el masaje y como cada tarde 
desde hace ¿cuánto tiempo? Que importa, si 
mis dedos son adictos a tu piel... comienza el 
rito a la señal de tus palabras que ya, ni escucho. 
Ummm... tardaste, me dices reposando tu 
cuerpo en el respaldo ya desgastado por el uso 
dejando inertes los brazos, abandonándote a mi. 
Uncí mis manos a tu espalda como si de una yunta 
se tratara tornándose inseparables, ungí de 
aceites el camino a mi paso y recorrí cada 
centímetro del bancal de tu cuerpo, aré 
derrumbando márgenes, alisando terrenos. 
Y absorta en sentir de tu sangre el fluir, 
llegué al éxtasis en sueños inimaginables. 
Eres tú mi fantasía, soy yo tu adición, te giraste, 
se adueñaron nuestras bocas de labios y lenguas 
en degustación. Se paró el tiempo. 
Y fuimos pócimas de un rito desenfrenado. 

Copyright Fini López Santos.




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