Foto de la red
Aquella noche acudí a tu llamada, nuestra primera cita sin testigos desde
que te conocí, excepto aquél, que sólo vela pacientemente.
Me sentí serena aún sin saber qué podía ocurrir y esa tranquilidad, junto
a la paz que embargaba el lugar, fueron el detonante de mi abandono.
-Pasa, acomódate- Dijiste.
Y olvide por uno momento hasta mi nombre. Solo fueron
segundos de incertidumbre hasta ver tu sonrisa y sentí,
que estaba en tu poder, pero no ¡importaba!
Le negué a mi piel sentir el calor de tus manos, a mi espalda le negué la
fuerza de tus dedos, y a mis pies, le prohibí sentir en ellos tu vientre.
Y olvide por uno momento hasta mi nombre. Solo fueron
segundos de incertidumbre hasta ver tu sonrisa y sentí,
que estaba en tu poder, pero no ¡importaba!
Le negué a mi piel sentir el calor de tus manos, a mi espalda le negué la
fuerza de tus dedos, y a mis pies, le prohibí sentir en ellos tu vientre.
Se revelaron en mi contra y cada terminación nerviosa, gozó
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