sábado, 9 de noviembre de 2013

El masajista

Foto de la red


Aquella noche acudí a tu llamada, nuestra primera cita sin testigos desde
que te conocí, excepto aquél, que sólo vela pacientemente.
Me sentí serena aún sin saber qué podía ocurrir y esa tranquilidad, junto 
a la paz que embargaba el lugar, fueron el detonante de mi abandono.

-Pasa, acomódate- Dijiste.
Y olvide por uno momento hasta mi nombre. Solo fueron
segundos de incertidumbre hasta ver tu sonrisa y sentí,
que estaba en tu poder, pero no ¡importaba!

Le negué a mi piel sentir el calor de tus manos, a mi espalda le negué la
fuerza de tus dedos, y a mis pies, le prohibí sentir en ellos tu vientre. 
Se revelaron en mi contra y cada terminación nerviosa, gozó 
de tu atrevimiento hasta sentir dolor.

Más tarde llego el disfrute, cuando mi cuerpo se soltó del imán de tus dedos.

Copyright Fini López Santos






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