En aquel juego inocente, donde las risas fueron saltando como notas
por aquella habitación santuario, donde entre cosquillas y caricias sin malicia,
se fue gestando una complicidad sin tabúes, se encontró bajo el arco de sus brazos
y al mirarse en sus ojos,su sonrisa se evaporó y temblaron sus labios.
Cual contorsionista escapó del abrigo de su cuerpo, huyendo para no ser
descubierta en aquella pena que la consumía.
Dejó que el agua limpiara su cuerpo relajando sus miedos, templando la sangre
que por un momento había dejado de fluir.
Intentó desconectar su mente, soltar aquel hilo invisible que le unía a él desde hacía
tanto tiempo. Y en ello estaba cuando lo vio entrar en la ducha, junto a ella.
Su timidez hizo que se abrazara los pechos y la mano tapase su sexo
y con un susurro casi inaudible, le dijo: no, por favor,
no... no sigas.
-Te amo, déjame intentarlo –le dijo -a la vez que sus manos asieron su cara
y sus pulgares retiraban las lágrimas que pugnaban por
entrar en su boca -. Y con infinita ternura
fue su lengua quién las bebió.
Copyright Fini López Santos
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