martes, 16 de julio de 2013

Los duendes perversos



Había una vez, en un pequeño pueblo, una casa aislada qué por su estructura,
más bien parecía abandonada, pero cual fue mi sorpresa un día al descubrir 
qué aquella, era una casa de libertad. Había payasos qué hacían reír olvidando 
las penas, locutores, niños, poetas y una hormiga amarilla. 
¡Qué maravilla, qué maravilla!
Más bien parecía un mundo de locos, locos cuerdos, qué tan solo quieren 
hacer felices a los demás por encima de todo. Allí, todo se hacía en conjunto 
las risas, los llantos, nunca antes, viví tanto amor junto. Conocí gente extraña,
gente maravillosa, tímidos y atrevidos y muchos, muchos niños, pero todos 
juntos por una lucha en común, la felicidad.
Tanto amor emana de sus corazones, qué los duendes qué habitaban cerca, 
ocultos en la oscuridad, se sentían incómodos, eran duendes malignos, 
oscuros. Su energía la tomaban de todo lo negativo qué hay en el mundo. 
Hoy, entiendo porqué su color preferido era el negro. 
Aprovechaban cualquier problema de sus habitantes para ser felices, y como 
eran tantos, siempre conseguían algún objetivo para engordar y engordar de 
una manera vulgar y deforme.
Una noche, todos los habitantes de aquella casa, preocupados y cabizbajos, 
agudizaron los sentidos y empezaron a investigar el por qué, últimamente 
siempre estaban irritados, de mal humor, discutiendo.Un día tras otro, una 
noche y muchas más, en las que hacían guardia mientras los más adultos se 
reunían en asambleas para definir alguna estrategia a seguir.Y al fin, 
descubrieron una pequeña colonia de duendes que disfrutaban con la maldad 
y puestos a defender la felicidad, agruparon a todos los qué tenían el alma y 
el corazón limpio y todos unidos de las manos formaron un enorme círculo, 
lanzando energía positiva contra los duendes malignos.
Era tanto el amor qué había en sus corazones y la felicidad qué brillaba en 
sus ojos, qué fueron venciendo a los impostores quedando cada vez menos, 
y cuando ya estábamos todos algo cansados, con síntomas de agotamiento, 
apareció un niño duende, con una sonrisa angelical qué les dijo bajito: 
No abandonar vuestra lucha, porque algún día seréis recompensados.
No dejéis que este mundo se quede sin amor y sin alegría y entusiasmo. 
Y dirigiéndose a los niños así les dijo: Qué vuestra inocencia, no se torne 
maldad y vuestro corazón, siempre sepa de amor porque esta historia a un 
queriendo, no tiene final.

Copyright Fini López Santos


Dibujos de mi autoría.

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