Foto autoría: Moncho Borrajo Domarco
Hoy, si tuviese que hacer balance de este año
casi obsoleto y sopesar en mis manos lo bueno
y lo malo (porque de todo hubo), sería injusta
dejar que la balanza decantase su platillo con
las cosas negativas...
Aprendí muchas cosas, sola y otras tantas contigo,
me equivoqué una y otra vez, pedí perdón y seguí
caminando, tropezando y con cada golpe seguiré
viviendo, saboreando todo lo que me ofreces...
Sentí miedo, mucho miedo, llevaste la paz a mi
alma, me enseñaste a respirar a sentir el aire
llenar mis pulmones y dejé de pagar canon por
todo lo que me hace feliz disfrutando momentos
que hice y hago eternos...
Lloré, no tanto como reí, juntos, hasta doler la
tripa, insuflando positividad directamente en
vena, te vi, te toqué, te palpé.
Me besaste, me achuchaste...nos abrazamos...
Los minutos fueron segundos, las horas minutos
y el tiempo raudo como el viento pasó con la
promesa de reencontrarnos y nuestros ojos sigan
conversando, de ti, de mí, de esto y aquello...
Hago recuento de lo vivido y no cambio ni un
ápice de lo sentido, de ese calor en la piel al
sentirte cerca, de esa paz cuando por la espalda
me sujetabas y se perdía en mi cuello tu cara...
Subo peldaños cada día para llegar a ti y en la
espiral de esta escalera que es la vida, extiendo
mis brazos para llegar a tu cuello y reposar mi
cabeza en tu pecho. Cierro mis ojos y te siento.
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