lunes, 15 de octubre de 2012

Reflejos



¡Toc, toc! Y apareciste ante mí, así, sin más, con esa mirada entre 
cándida y pudorosa. Ahora se que me vuelve loca... 
Me gusta recordarte, recrearme en todas y cada una de tus palabras dichas, 
hasta que dejaron de ser sonido tornándose susurros. 

Como cada mañana, Ada llegó puntual a su trabajo...siempre llevaba 
la sonrisa puesta, no era una mujer llamativa por su belleza, pero no pasaba 
desapercibida, ella, solía decir en clave de ironía... y con un guiño.
¡Destaco del montón! 

Levantaba alguna que otra envidia entre las chicas, por su simpatía 
y su forma de ser, siempre estaba para quien la necesitaba. 
Tras su mesa, no dejaba a nadie indiferente. 

Aquella mañana alguien preguntó por ella. 
-Soy yo –dijo Ada. 
Y al girarse se dio de bruces con una rosa envuelta con muy buen gusto. 
Frunció el ceño sorprendida... 
-Esto es para usted –dijo el mensajero. 
-¿Y esto? 
-Es un pedido que dejaron -dijo el chico alzando los hombros, acostumbrado 
quizá a aquellas situaciones. 
Una simple nota la acompañaba... 
“Para la chica de delicadas manos y sensuales labios”.





Al día siguiente fueron dos rosas y después tres y cada día se incrementaba
una más y la misma nota... 

Pensó que en algún momento se cansarían  y quedaría todo en una anécdota. 
¿Y si no eran para ella? ¿Y si confundieron el encargo?
Pero, no, recordó que el primer día preguntaron por su nombre, después 
ya no hizo falta.
Se estaba volviendo un poco temerosa, tres semanas, de lunes a viernes, 
quince rosas, pero esta vez con una nota distinta y
más sorprendente para Ada.

“Gracias por despertar en mi, sensaciones que suelo experimentar poco”. 

Su instinto la hizo mirar a su alrededor, como esperando una mirada de 
complicidad, una disimulada sonrisa, un guiño, pero no,
aún tendrían que pasar tres días para descubrir algo más.





Aquel fin de semana marcho fuera de la ciudad, se reunió con los amigos y 
aprovechó el viaje al máximo, tanto que se olvido de todo y es que Salvador 
era extraordinario. 

Fue el último en incorporarse al grupo y a pesar de verse poco, desde 
el principio hubo afinidad. 
-¿Todo bien Ada? -preguntó él. 
-Sí, si, ¿por qué lo preguntas? –contestó ella. 
-Un impulso –y sonrió. 
Aquella noche ella despertó envuelta en sudor y acelerado el pulso, su mente 
le jugo una pasada y el sueño, por como despertó, tuvo que ser bastante agradable. 

¡Andaba algo descontrolada! 

Y llego la hora, pero, esta vez nadie vino con rosas, justo cuando era la dieciséis, 
su numero... fue como un mazazo que la despertó de aquel bonito sueño, y para 
sus adentros se preguntó: ¿de qué me extraño? 

Tenía que llegar. Y pasó la mañana con esa sensación de vacío en el estómago, 
sensación que ya conocía y casi había olvidado.





Estaba recogiendo sus cosas cuando vio entrar  un ramo de rosas, todas blancas 
como cada día y en el centro una de un granate oscuro, y una sonrisa iluminó su 
cara, cogió el sobre de entre ellas y sin mirar le dijo al chico. 
-Déjalas ahí, gracias. 

Y se giro para tener intimidad, su corazón saltaba descontrolado, pero esta vez la
 nota solo llevaba el numero 16...Sin entender, absorta con la nota en las manos, 
escuchó una proposición... ¿Comemos juntos? 

Lentamente se dio la vuelta y apartando el ramo que aún seguía ocultándolo, vio 
a Salvador con una mirada enternecedora y ella, ella, solo acertó a mover su 
cabeza dándole un si por respuesta. 

Se tomó la tarde libre.
Él la enlazó por la cintura y ella se dejó llevar, toda la comida estuvo como 
en un segundo plano, lo escuchaba, lo miraba, sentía su mano sobre la de ella, 
era como si estuviese viendo una película en la que era uno 
de los protagonistas... y se sentía liviana, feliz. 





La acompaño hasta su apartamento y con voz calma Ada le dijo: 
-¿Subes? 
-Si subo, me quedo –contestó Salvador-. Se jugo el todo por el nada. 
-De ti depende... 

Salvador la atrajo hacia él por la cintura y la beso de tal manera, qué Ada quedo 
a la espera de que repitiera de nuevo y al abrir los ojos le vio con esa sonrisa tan 
especial y ella bajó la mirada algo cohibida. 

Le tenía tan cerca que aceleraba su pulso y por qué no reconocerlo, 
lo deseaba... debía notársele en los ojos por como la miraba él. 

No le dio tiempo de encender la luz del vestíbulo, él, cerro la puerta tras de si, 
con su espalda, mientras sus manos se apoderaron de la nuca de ella, su boca 
posesiva, mordió suavemente sus labios, los saboreo, jugo con ellos, hasta 
que ella le pido con ansiedad... ¡Bésame! 

Le fue desabotonando la blusa allí mismo, sin prisa, mientras su boca se deslizaba 
por el cuello de ella hasta llegar a su hombro y sus manos alcanzaron sus pechos, 
erectos, desafiantes, un escalofrío recorrió su piel, Ada, se dejó llevar 
envuelta en el sopor del deseo. 





Apartó la ropa que le sobraba dejando en libertad sus pechos, acerco los labios a sus 
pezones saboreandolos con glotonería, ella acaricio el pelo de él y se agarro a sus 
hombros para no caer, después todo fue un ir y venir recorriendo 
caminos por la piel de uno y otro, se acariciaron casi sin rozarse, evitando sus sexos 
para retardar el placer de tenerse, intensificándolo. 

Rodaron por entre las sabanas cambiando posiciones, se comieron a besos, se lamieron
hasta desgastarse quedando sin saliva y sin aliento y de nuevo llenaban sus pulmones con
ese boca a boca interminable donde enlazaban sus lenguas para saborearse una y otra vez. 

Mordió el lóbulo de su oreja y lo hizo estremecer como hoja al viento cuando se entretuvo 
a lo largo de su cuello, lo giro y recorrió su columna, vértebra a vértebra, sus manos 
al unísono se pasearon por sus costados notando como vibraba, en ese momento le
parecía indefenso, esclavo del placer proporcionado por ella.

Siguió su anatomía y mordió sus nalgas, las masajeó y sus dedos atrevidos recorrieron
 lentamente sus muslos internos, escuchándose un gemido de placer. 
-¡Me vuelves loco! 





Y quiso devolverle cada gota de sudor, cada escalofrío, cada gemido.
La tumbo boca arriba y jugo con su legua por el cuerpo de su hembra 
bajando hasta su sexo, tomando el elixir del amor al tiempo que ella gemía de 
placer y en un ahogado susurro le rogó entre espasmos de gozo. 
-Más, dame más... 

Arqueó su espalda, él la tomo por la cintura entrando en su cuerpo despacio, 
le abrazo ella con sus piernas mientras sus manos retorcían las sabanas y sus caderas 
bailaban frenéticas acompasando cada movimiento a los envites que él marcaba con 
ritmos cada vez más rápidos llegando al clímax entre tequieros, y sonidos guturales 
en gargantas rotas por el placer de un orgasmo. 

Al serenarse... Ada presencio lo más bello, lo más hermoso, el espejo le devolvió 
con sus reflejos la imagen de sus cuerpos desnudos 
y abrazados envueltos en un sopor placentero.




Al día siguiente llego al trabajo, bellisima, irradiaba felicidad, hasta el carmín 
de sus labios parecía recordar los besos dados cuando escuchó una voz 
familiar decir su nombre. 
-Sí, soy yo -contestó recordando la primera vez, sin poderlo evitar-.A
Su cuerpo tembló levemente. 

Una rosa blanca, se abrió camino hasta ella sin más adorno que un lazo del 
que colgaba un pequeño sobre, el corazón le dio un vuelco y su pulso se acelero, 
las miradas se centraron en Ada, a pesar de que ya era familiar la escena. 
-Gracias –no dijo más. 

Y sacando la nota, tan celosamente guardada en el sobre se giro tímidamente y leyó: 
-Necesito urgentemente las yemas de tus dedos recorriéndome sin prisa. 
Salvador. 

Y una lágrima de felicidad rodó por su mejilla, fruto de la tensión acumulada
en aquellos segundos interminables, que tardo en abrir el sobre.
Él, la observaba, comprendió que ya no podría apartarla de su lado.
¡La amaba!


Copyright Fini López Santos (2012) 
Fotos de la red









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