Fotos de la red
Se podía decir que era feliz en aquella
casa, solo un detalle empañaba su calma y no
era nimiedad, podría ser cualquier cosa menos eso. No podía sujetar su corazón.
Y aquello la llevaba suspirando por los rincones lejos de su mirada.
era nimiedad, podría ser cualquier cosa menos eso. No podía sujetar su corazón.
Y aquello la llevaba suspirando por los rincones lejos de su mirada.
Lykke, vino a pasar unos días desde
Copenhague y llevaba tres meses con Ángel en
total armonía.
total armonía.
¿Desde cuando se
conocían?
Ella necesitaba unas vacaciones y él le
ofreció su casa y su compañía.
¡No podía pedir más!
La llamaba Ly, y a ella le gustaba escucharlo
de sus labios.
Se encontraba inquieta, asustadiza, sin
querer admitir lo que ocurría, o no queriendo
entender, por miedo. Y llegaron noches sin dormir, con alguna que otra pesadilla.
entender, por miedo. Y llegaron noches sin dormir, con alguna que otra pesadilla.
Aquella mañana de domingo, mientras él
daba cuenta de un copioso desayuno, la vio
desganada y le preguntó:
desganada y le preguntó:
-¿Dormiste mal?
-¿Por qué lo dices? Contestó.
-Se nota que hoy el espejo estuvo de
más. Tienes ojeras.
¿Quieres contarme algo?
-No. ¡Estaré incubando vete a saber
qué! Pasará.
Creyó descubrir matices distintos en el
tono de su voz, pero no, era el mismo de
siempre, solo que ella, estaba susceptible.
siempre, solo que ella, estaba susceptible.
Llevaba algún tiempo en que lo miraba
distinto, a veces, se descubría ensimismada
escuchándolo, pero sin verlo, y cuando se sentía descubierta, como si Ángel
pudiese leer en su mente, se ruborizaba como una colegiala y bajaba su mirada,
queriendo desaparecer en ese instante. ¿Cómo pudo haber pasado?
escuchándolo, pero sin verlo, y cuando se sentía descubierta, como si Ángel
pudiese leer en su mente, se ruborizaba como una colegiala y bajaba su mirada,
queriendo desaparecer en ese instante. ¿Cómo pudo haber pasado?
¿Por qué a ella? Si es que existía
Cupido... Era muy cruel.
Él la miraba con disimulo por encima de
sus lentes, estaba bellísima con esas mejillas
en arrebol. Estuvo en un tris, de decirle: No sufras, soy tuyo. Pero como siempre su
timidez pudo más, jamás se perdonaría el perderla.
en arrebol. Estuvo en un tris, de decirle: No sufras, soy tuyo. Pero como siempre su
timidez pudo más, jamás se perdonaría el perderla.
La verdad es que se hacía querer,
pensó, y ella lo disfrutaba de una manera especial,
le encantaba acariciarle el pelo cuando él se recostaba en el sofá a su lado, y dejaba
descansar la cabeza en sus muslos, eran esos momentos de relax después de la cena,
donde las conversaciones cambiaban de tono y se hacían más intimistas. Esos
momentos en los que ella sujetaba sus manos para no ir más allá de sus cabellos.
le encantaba acariciarle el pelo cuando él se recostaba en el sofá a su lado, y dejaba
descansar la cabeza en sus muslos, eran esos momentos de relax después de la cena,
donde las conversaciones cambiaban de tono y se hacían más intimistas. Esos
momentos en los que ella sujetaba sus manos para no ir más allá de sus cabellos.
Al verlos así, cualquiera podría pensar
que eran pareja y no unos buenos amigos.
Se complementaban como un engranaje
perfecto.
Aquella noche, ella se quedo en el
salón, intentando acabar el capitulo de aquel
interminable manuscrito. Apagó luces y se dispuso a dormir un poco, al pasar por la
puerta de la habitación de él, lo vio dormir plácidamente.¡Como le gustaba mirarlo!
interminable manuscrito. Apagó luces y se dispuso a dormir un poco, al pasar por la
puerta de la habitación de él, lo vio dormir plácidamente.¡Como le gustaba mirarlo!
Dormía en la habitación contigua a la de el.
La primera noche que paso en aquella casa, Ly comentó:
-No estoy habituada a tener las puertas cerradas, me siento un poco agobiada.
Y desde aquel día, los dormitorios siempre estaban abiertos. Se quedó en el umbral
observando su placentero sueño y sin pensarlo, entro con cautela para no despertarlo
y con su dedo deposito un beso en los labios de él, casi sin rozarle; se sintió Pretty
y con su dedo deposito un beso en los labios de él, casi sin rozarle; se sintió Pretty
Woman al recordar su escena preferida y una lágrima resbaló por su mejilla.
¡Qué ironías tiene la vida! Ella qué perjuro no volverse a ilusionar y se estaba
quedando enredada en la tortura de su risa.
quedando enredada en la tortura de su risa.
Se convirtió en un hábito, no podía
quedarse dormida sin acercarse a su cama y
mandarle su beso, pero aquella noche se quedo quieta, estática, conteniendo la
respiración, tuvo la sospecha de que él había abierto los ojos, no pudo calcular
si fueron segundos o minutos, pero le parecieron eternos y solo quedó tranquila
cuando escuchó su respiración, tranquila y pausada. ¡Estaba dormido!
mandarle su beso, pero aquella noche se quedo quieta, estática, conteniendo la
respiración, tuvo la sospecha de que él había abierto los ojos, no pudo calcular
si fueron segundos o minutos, pero le parecieron eternos y solo quedó tranquila
cuando escuchó su respiración, tranquila y pausada. ¡Estaba dormido!
Salió casi sin rozar el suelo y con el
alma en vilo, debía tomar una determinación, y
cuanto antes. Ya no controlaba. La vio alejarse, y como cada noche, con ella se
marchaba un latido más de su corazón, a este paso, se quedaría como un viejo
reloj, ¡sin cuerda!
cuanto antes. Ya no controlaba. La vio alejarse, y como cada noche, con ella se
marchaba un latido más de su corazón, a este paso, se quedaría como un viejo
reloj, ¡sin cuerda!
Se levanto del sofá como si su cuerpo
fuese una losa.
La noche tampoco ayudaba, el viento
azotaba los cristales preparando una tormenta,
la luna dormitaba tras las nubes grises robándole a ésta su luz, dejándola suspirando
tristezas.
la luna dormitaba tras las nubes grises robándole a ésta su luz, dejándola suspirando
tristezas.
Ly, como una autómata, soltó una
retahíla de palabras que ni ella misma escuchaba.
-Me marcho a la cama –dijo-. No tardes en subir, te recuerdo que mañana
madrugamos.
-¿Estas decidida?
-Si, debo estarlo. No puedo quedarme
eternamente.
Y se le hizo un nudo en la garganta,
sus labios dibujaron una sonrisa, que más bien resulto
una mueca
irónica.
-Si quieres puedes y tú lo sabes –dijo
él, con un hilo de voz-.
Sabes que no hay condiciones de ningún
tipo.
-No me lo pongas más difícil Ángel
–susurró- no me lo pongas difícil-. Y dejó caer los
brazos, como signo de vencimiento.
brazos, como signo de vencimiento.
-Simplemente no quiero que te vayas Ly
–me acostumbré a tu compañía-. Eres el alma
de esta casa.
de esta casa.
-Debo irme. Lo dijo, arrastrando la
voz, una voz que a sus oídos sonaba hueca,
vacía, sin matices.
vacía, sin matices.
Subió las escaleras deprisa, quería
huir de él, ni tan siquiera miró hacia tras, de
haberlo echo, se hubiese dado cuenta del dolor que había en sus ojos, de la
lucha que libraba en su interior desde aquella mañana en que la recogió en el
aeropuerto. Se había colado en su vida sin permiso, de tal forma, que
tenerla fuera de ella, le parecía imposible.
haberlo echo, se hubiese dado cuenta del dolor que había en sus ojos, de la
lucha que libraba en su interior desde aquella mañana en que la recogió en el
aeropuerto. Se había colado en su vida sin permiso, de tal forma, que
tenerla fuera de ella, le parecía imposible.
No podía dormir, demasiada presión en
su pecho, y la escuchaba deambular
en la habitación contigua, casi podía verla a través de la pared. Se conocía cada
en la habitación contigua, casi podía verla a través de la pared. Se conocía cada
movimiento, cada gesto,
cada mueca de su boca perfecta, cada caricia de sus
dedos sobre su pelo, pero la desconocía totalmente como mujer, por mucho
que pudiese inventar y soñarla entre sus brazos.
dedos sobre su pelo, pero la desconocía totalmente como mujer, por mucho
que pudiese inventar y soñarla entre sus brazos.
¡Si pudiese abrazarla en este momento!
La vio pasar por su dormitorio, la
escuchó bajar las escaleras, despacio, y el leve roce
de la bata contra la barandilla. Creyó escuchar que sollozaba y eso le dolió en el alma,
no, estaba sufriendo, y no debía permitirlo. La quería. Tenía que admitirlo.
Lucharía por ella. No podía dejarla marchar.
de la bata contra la barandilla. Creyó escuchar que sollozaba y eso le dolió en el alma,
no, estaba sufriendo, y no debía permitirlo. La quería. Tenía que admitirlo.
Lucharía por ella. No podía dejarla marchar.
Bajó en su busca con miedo, cauteloso,
si le rechazaba se lo tenía merecido –pensó.
La vida le hizo
ser desconfiado, hasta tal punto que pensaba, nunca tendría
alguien a
su lado y había llegado el momento de conocer la realidad.
su lado y había llegado el momento de conocer la realidad.
Allí estaba, mirando a través de la
ventana, como tantas veces lo hicieron los dos
jugando a encontrar formas dibujadas por las estrellas. Si lo escuchó llegar, ni se inmutó
y cuando estuvo tras ella, tragó saliva y controló su respiración.
jugando a encontrar formas dibujadas por las estrellas. Si lo escuchó llegar, ni se inmutó
y cuando estuvo tras ella, tragó saliva y controló su respiración.
-No te vayas Ly, me gusta cuando
alborotas mi espacio –dijo él, casi susurrando-.
Te pido perdón si te dañé. Abrazó su cuerpo por la espalda y apoyo su mejilla en
la suavidad de su pelo. Le gustaba su perfume, había aprendido a distinguirlo entre
la multitud a base de aspirarlo cada vez que pasaba por su lado. Ella siguió
inmóvil, parecía que no escuchaba, ni sentía.
Te pido perdón si te dañé. Abrazó su cuerpo por la espalda y apoyo su mejilla en
la suavidad de su pelo. Le gustaba su perfume, había aprendido a distinguirlo entre
la multitud a base de aspirarlo cada vez que pasaba por su lado. Ella siguió
inmóvil, parecía que no escuchaba, ni sentía.
-Amor, nada me importa si no estas
conmigo, la luna, ya no será la misma en
nuestra playa. Me olvide de olvidar mis miedos. ¡Te necesito!
nuestra playa. Me olvide de olvidar mis miedos. ¡Te necesito!
Una lagrima cayó en sus manos y la giro
despacio hasta tenerla de frente,
¡qué bella estaba!
¡qué bella estaba!
Bajó su boca buscando la de ella y al
posarse en sus labios hambriento de sus
besos, la deseo como nunca.
Se fundieron en un abrazo interminable y sus manos se buscaron incrédulas por
tenerse. Cada uno, paseo por la piel del otro, saltando aceras, cruzando charcos,
humedeciéndose de los deseos ávidos de pasiones y sin importar nada más se
rindieron al amor que sentían y que tanto se habían ocultado.
besos, la deseo como nunca.
Se fundieron en un abrazo interminable y sus manos se buscaron incrédulas por
tenerse. Cada uno, paseo por la piel del otro, saltando aceras, cruzando charcos,
humedeciéndose de los deseos ávidos de pasiones y sin importar nada más se
rindieron al amor que sentían y que tanto se habían ocultado.
-Arráncame los besos y quédatelos, que
nadie sepa como saben, sin ti, no los
quiero –le dijo ella encendida de deseo-.
quiero –le dijo ella encendida de deseo-.
Y él se adentro en su cuerpo olvidando
su propio yo.
Copyright
Fini López Santos (2012)
Todos los derechos reservados al autor
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