Había una vez, en un pequeño pueblo, una casa aislada qué por su estructura,
más bien parecía abandonada, pero cual fue mi sorpresa un día al descubrir
qué aquella, era una casa de libertad. Había payasos qué hacían reír olvidando
las penas, locutores, niños, poetas y una hormiga amarilla.
¡Qué maravilla, qué maravilla!
Más bien parecía un mundo de locos, locos cuerdos, qué tan solo quieren
hacer felices a los demás por encima de todo. Allí, todo se hacía en conjunto
las risas, los llantos, nunca antes, viví tanto amor junto. Conocí gente extraña,
gente maravillosa, tímidos y atrevidos y muchos, muchos niños, pero todos
juntos por una lucha en común, la felicidad.
Tanto amor emana de sus corazones, qué los duendes qué habitaban cerca,
ocultos en la oscuridad, se sentían incómodos, eran duendes malignos,
oscuros. Su energía la tomaban de todo lo negativo qué hay en el mundo.
Hoy, entiendo porqué su color preferido era el negro.
Aprovechaban cualquier problema de sus habitantes para ser felices, y como
eran tantos, siempre conseguían algún objetivo para engordar y engordar de
una manera vulgar y deforme.
Una noche, todos los habitantes de aquella casa, preocupados y cabizbajos,
agudizaron los sentidos y empezaron a investigar el por qué, últimamente
siempre estaban irritados, de mal humor, discutiendo.Un día tras otro, una
noche y muchas más, en las que hacían guardia mientras los más adultos se
reunían en asambleas para definir alguna estrategia a seguir.Y al fin,
descubrieron una pequeña colonia de duendes que disfrutaban con la maldad
y puestos a defender la felicidad, agruparon a todos los qué tenían el alma y
el corazón limpio y todos unidos de las manos formaron un enorme círculo,
lanzando energía positiva contra los duendes malignos.
Era tanto el amor qué había en sus corazones y la felicidad qué brillaba en
sus ojos, qué fueron venciendo a los impostores quedando cada vez menos,
y cuando ya estábamos todos algo cansados, con síntomas de agotamiento,
apareció un niño duende, con una sonrisa angelical qué les dijo bajito:
No abandonar vuestra lucha, porque algún día seréis recompensados.
No dejéis que este mundo se quede sin amor y sin alegría y entusiasmo.
Y dirigiéndose a los niños así les dijo: Qué vuestra inocencia, no se torne
maldad y vuestro corazón, siempre sepa de amor porque esta historia a un
queriendo, no tiene final.
Copyright Fini López Santos
Dibujos de mi autoría.
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