martes, 10 de septiembre de 2013

La espera...

Fotos de la red

Llevaba días, meses, que se sentía enjaulada, oprimida, le costaba respirar, 
quizá, porque el aire que llenaba sus pulmones prevenía de su risa, aquella que 
tanto la abastecía de optimismo y esa, no estaba a su lado. Recordó las palabras 
que ella misma dijo en su día:
“Si te sientes enjaulada, vuela”.
Y voló. Voló en su busca dejando atrás todo, soltando lastre. Se sintió liviana, 
tanto, que sus pies no tocaban suelo...levitaba.
Desconocía las costumbres de aquella tierra que la  acogió cómo una más de 
tantos inmigrantes, pero le costaba adaptarse y entender aquellas maneras 
socarronas de sus gentes, sus excentricidades. Era feliz, no necesitaba más, le 
tenía a él y era más de lo que había soñado. Los días a su lado, pasaban sin 
sentir, a veces, le dolía la rapidez con que los meses se borraban del calendario 
y en la intimidad de aquella azotea, respiraba su aliento saboreando sus labios, 
inventando nuevas formas de besar, moría por aquella boca en la que se perdía 
golosa. Amanecía cuando despertó sobresaltada, alargo su brazo, palpó las 
frías sábanas y no halló su cuerpo, bajó las escaleras de dos en dos para 
encontrarse con él, pero no estaba, ni rastro de su aroma.


-Mami, sabes donde está Alfonso? Preguntó a la abuela.
-Buenos días Estela, no, no sabes tú donde va tu hombre despuntando el día 
y quieres que lo sepa yo? Le dijo mami sin contemplaciones.
-Pero, no te dijo nada anoche? –siguió con su interrogatorio incrédula, era la 
primera vez en aquellos nueve meses que él, marchaba sin decirle nada, como 
a hurtadillas. 
-Ya te dije que no se donde fue, cuando bajé no estaba en casa, sólo escuché 
el motor del coche. ¡Ya volverá!
-Pero, es que hoy...fue a decir, pero calló.
-¿Qué pasa hoy? Podemos ir a la compra semanal solas, tan poco es tan grave niña.
Aquel sábado había quedado con su amiga Elvira y su chico para tomar unas 
copas en el bar del pueblo, hacía tiempo que no coincidían y que mejor ocasión que 
el día de su cumpleaños. 
Estaba claro que mami no sabía nada de él, no tuvo la delicadeza de decirle, se sintió 
triste, pero ya debería estar acostumbrada a que pasase esa fecha desapercibida.
Estuvo todo el día, lánguida, dispersa en sus recuerdos, mami la miraba de reojo y 
se sentía culpable, Estela se hacía querer y ella le había tomado cariño, pero tenía 
que mantener el secreto, se lo prometió a Alfonso. 
Le dolía verla deambular por la casa como alma en pena y deseaba que pasasen 
las horas rápidas, para poder ver el brillo acostumbrado en sus ojos, esos ojos 
de enamorada.
-Mami, es tarde, no le habrá pasado nada, ¿verdad?
Quería tranquilizarse escuchando la dulce voz de la abuela, pero dijese lo que 
dijese, sería igual, sólo quería tenerlo frente a ella, abrazarlo, las horas, 
ya eran insufribles.


-No, Estela, seguro que no, algún trabajo entre manos le debe de tener 
ocupado, ya sabes cómo es y ni reparó en la hora. 
-Quiero creerte, pero, me duele el corazón. 
-Anda, ve a cambiarte qué no tardarán en venir a recogerte, en cuanto venga 
tu hombre lo mando para allá. 
Sin ganas, Estela subió a darse una ducha y oculta bajo la lluvia cálida, dejó 
correr las lágrimas libres de ataduras. 
Estaba dando los últimos retoques a su vestido cuando sonó el claxon avisándole 
para que saliese. Y bajó sin prisas. 
-¿De verdad que no vienes mami? 
-No, vete tranquila, apúrate, ¡vamos! 
Cuando llegaron a la tabernita el camarero les acompaño a una mesa preparada
con gusto, pero para bastantes comensales. 
-Siéntense aquí de momento, en cuanto se vacíe una les cambio, deberían 
haber reservado, hoy tenemos fiesta, espero que disfruten de ella. 
Estaban al fondo del local, el ambiente era intimo a pesar de estar la barra repleta, 
tanto, que no se veía la entrada, Estela intentaba centrarse en la conversación y en 
ello estaba cuando escuchó las voces entonando una canción que para ella tenía 
mucho significado, “No respira el viento igual” y sintió un pellizco que la hizo 
estremecer, se giro lentamente y ya no pudo evitar que sus ojos se nublasen por las 
lágrimas, era cómo si le cantasen a ella, tan afectada estaba que tardo en reconocer 
a Alfonso, capitaneando aquella parranda, ni tampoco vio en un lateral a mami, 
disfrutando del momento, solo cuando él se le acercó y le dijo: 
-Te amo, perdóname, pero hoy tenía que ser inolvidable, un día para recordar toda 
nuestra vida juntos. 
Y al son del cumpleaños feliz, se fundieron en un abrazo, saboreando él sus 
tímidas lágrimas. 

Copyright Fini López Santos. 





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