Foto de la red
La nostalgia se adueño de su piel y juntos
se integraron en aquella tarde plomiza con
guiños de tormenta, al igual que la nube
juguetona que intentaba distraerlo con sus
alocadas formas.
Dejó salir un suspiro resignado, descalzó sus
pies, desnudó su torso y anduvo bajo la lluvia
de perlas finas como quien se purifica
limpiando todos y cada uno de sus pesares.
Empapado hasta los huesos, sus lágrimas se
fundieron con la lluvia y un grito desgarrador
fue compañero del látigo luminoso de un rayo
y su eco, la prolongación del sonido atronador
de un disciplinado y severo trueno.
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