¿Cuantos días habían pasado ya? Fue una pesadilla demasiado larga.
Con estas palabras se despedía de su compañero, aquel, qué, durante los días
y las noches, del frío invierno, soportó sin queja alguna toda su amargura, tanto
miedo acumulado en su desvelo, tantas, y tantas lágrimas derramadas que dejaron
huella en aquella piel, color del verde hierba, de unas tapas desgastadas por el
temblor de sus manos.
Estaba segura que nunca quedaría en el fondo del cajón del viejo armario.
Aquella mañana, mirando hacia la cama en la cual dormitaba, daba gracias por
tenerlo de vuelta.Y se le nublaron los ojos inundados de lágrimas.
Se enamoró de él a primera vista, se fue enganchando a su señorío, a su templanza,
a su trato...día a día, noche tras noche. Ansiosa llegaba al salón donde se reunían,
deseando verlo aparecer aunque fuesen solo unos minutos.
-Buenas noches Alejandra –y su corazón henchido se alteraba en aquel pecho que
comenzaba a amar.
-Buenas noches Yeray. Y desaparecía, era como si se lo tragase la tierra.
Recordaba perfectamente cuando fue la primera vez que se turbó ante el, aquella
noche, no solo la saludo, si no que se intereso por ella preguntándole:
-¿Qué hiciste hoy para ser feliz?
A día de hoy, todavía le embarga la emoción cuando se lo pregunta.
Quizá porque nadie se preocupó de aquella nimiedad.
¡Nunca supo qué contestarle!
Fueron pasando los días y cuando quiso darse cuenta, fue imposible olvidarle...
le fue respirando poco a poco, llenando los pulmones de su perfume, del aire que
desprendía en cada movimiento, se lleno de sus risas, de sus palabras, de su voz...
esa voz que hipnotizaba y que tanta melodía llevaba a sus oídos.
Aquella noche no llegó, ni a la siguiente. Ella acudía día tras día al salón, aunque
ya las esperanzas de encontrarle eran vanas -debió cansarse de tanta ingenuidad
para su edad –pensó ella-.
Aquella noche se acercó Dora al grupo en el que Alejandra se encontraba
charlando bastante animada a la par que sonaba Kenny Gin de fondo
y se integro en la conversación.
Dora era un torbellino, sin darte cuenta, estaba metida en la vorágine de sus
bromas, sus risas, esa personalidad algo infantil y fue entonces
cuando le vio entrando en el salón.
-Buenas noches Yeray –dijo ella con voz queda-. Se atrevió a dar el paso
por miedo a que desapareciese como solía hacer y fue su saludo el primero,
en estos días de ausencia descubrió que le echaba de menos, que su corazón
palpitaba al borde de la taquicardia. Estaba enamorada.
-Hola Alejandra, vaya, qué sorpresa –le dijo con algo de sorna-. Por fin viniste.
Y su tímida sonrisa la delató.
-¿Vienes? Te invito a un refresco –dijo él-. Ella asintió con la cabeza, no podía
articular palabra alguna y lo acompañó fuera del recinto en el que se hallaban.
Aquella noche, apetecía estar sentados en la terracita de la heladería, el calor
se hacía más llevadero y pasaron las horas sin sentir.
Y sin sentir pasaron los años. Aquella mañana cuando se marchaba al trabajo,
algo triste y cabizbaja –no había dormido bien-¿la causa? el distanciamiento
de Yeray durante la cena, aunque él dijo: todo esta bien. Ella sabía que algo
tenía que ocurrir, nunca le engañó esa inquietud en el cuerpo.
Cuando abrió la puerta, su cara debió ser un poema, allí estaba él, recostado
en el coche con un enorme ramo de rosas. Definir el color de ellas era difícil,
granate oscuro, intenso, tanto, que se podría decir que en algún momento
parecían casi negras. Nunca había visto tanta belleza en una flor.
El se acercó a cámara lenta, al menos, así le pareció a ella y cuando estuvo a
su altura le dijo: Alejandra...¿Quieres casarte conmigo?.
Llevaban cinco años viviendo juntos, ella nunca le contó su sueño, el de convertirse
en su mujer a efectos legales, porque sabía su forma de pensar y lo amaba tanto,
que prefirió guardarlo para ella. Ahora lo veía claro, le costó disimular su plan, por
eso aquella lejanía.
que prefirió guardarlo para ella. Ahora lo veía claro, le costó disimular su plan, por
eso aquella lejanía.
Todo salió a pedir de boca, la boda fue sencilla, intima, se comían con la mirada,
era, como si se estuviesen redescubriendo.
Nada hacía presagiar lo que tenía que acontecer aquella misma noche.
Se amaron con toda la ternura de la que fueron capaces, si quedaba algún pliegue
de su piel por descubrir, la exploraron hasta la saciedad una y otra vez hasta
quedar exhaustos y quedaron dormidos uno en brazos del otro como ya era
costumbre.
Alejandra, estaba viviendo su propia historia personal junto al hombre que
amaba y fue en uno de esos movimientos acomodándose en su pecho, cuando le
escuchó una respiración forzada y angustiosa.
-Yeray –lo llamó asustada- ¡Yeray!
No supo cómo lo hizo, ni de donde sacó las fuerzas necesarias y la templanza para no
volverse loca. Sentado en la parte delantera de la ambulancia estaba su cuerpo, pero
su mente, quedó en aquella habitación atrapada en la vorágine de una angustia
descontrolada. Frente a las puertas basculantes de urgencias, como un autómata pasó
las horas hasta que por fin, el medico salió a comunicarle el resultado.
su mente, quedó en aquella habitación atrapada en la vorágine de una angustia
descontrolada. Frente a las puertas basculantes de urgencias, como un autómata pasó
las horas hasta que por fin, el medico salió a comunicarle el resultado.
Siento la angustia y la tardanza, pero teníamos que descartar muchas cosas Alejandra
y todavía no sabemos a ciencia cierta qué es lo que le ha ocurrido a tu marido. En su
angustia no supo descubrir que quien le hablaba con tanta dulzura era su vecino
Héctor, que casualmente estaba esa noche de guardia.
y todavía no sabemos a ciencia cierta qué es lo que le ha ocurrido a tu marido. En su
angustia no supo descubrir que quien le hablaba con tanta dulzura era su vecino
Héctor, que casualmente estaba esa noche de guardia.
-¿Me escuchas Alejandra? –le dijo casi susurrándole-.
-¿Cómo? Sí, si...claro. Y las lágrimas surcaban su faz.
Se acomodó en el pecho de su amigo y dio rienda suelta a toda aquella amargura que
le devoraba las entrañas a la vez que él le acariciaba el cabello y con voz templada le
ayudaba a tranquilizarse.
le devoraba las entrañas a la vez que él le acariciaba el cabello y con voz templada le
ayudaba a tranquilizarse.
Pasados unos minutos, Alejandra, más tranquila y sosegada le preguntó a Héctor:
-¿Viste a Yeray?
-Si -le contestó-. Ya me marchaba cuando entró la camilla y me quede durante toda
la exploración, quise ser yo quien hablase contigo, se lo pedí al doctor Alarcón
–de dijo-.
–de dijo-.
-¿Qué le pasó, cómo está? No eran preguntas, más bien le imploraba.
-En un primer momento, los síntomas no eran buenos, se temió por una apoplejía.
-Eso es un Ictus? -Pregunto Alejandra-.
-Si, pero gracias a dios se descartó.
-No me mientas Héctor, quiero la verdad.
-Tranquilízate, hemos descartado los dos Ictus, él Isquémico y él hemorrágico,
ahora están revisando los encefalogramas minuciosamente, tienes que tener
paciencia y serenarte, como estás, no le eres de gran ayuda cuando despierte.
ahora están revisando los encefalogramas minuciosamente, tienes que tener
paciencia y serenarte, como estás, no le eres de gran ayuda cuando despierte.
-¿Dormido? ¿Está dormido?
-Sedado, perdona...lo sedaron para que las convulsiones no lo alteraran y
poder hacerle las pruebas necesarias, lo más fiable posible.
poder hacerle las pruebas necesarias, lo más fiable posible.
Alejandra, se sentó en aquella fría sala y se abandono a sus pensamientos, sería larga
la espera y como una autómata, sacó de su bolso el diario que siempre la
acompañaba y através de su mano plasmó cada momento vivido aquella noche, que
marcaría su vida para siempre.
la espera y como una autómata, sacó de su bolso el diario que siempre la
acompañaba y através de su mano plasmó cada momento vivido aquella noche, que
marcaría su vida para siempre.
Sola, en aquella ciudad fría y poco hospitalaria donde fue trasladado Yeray por su
ascenso, se encontraba todavía perdida en el trasiego del ir y venir acelerado de
sus gentes. Pasaron las horas. Héctor la mantenía informada de cada paso, pero
ella deseaba verlo, cerciorarse de la realidad por si misma.
ascenso, se encontraba todavía perdida en el trasiego del ir y venir acelerado de
sus gentes. Pasaron las horas. Héctor la mantenía informada de cada paso, pero
ella deseaba verlo, cerciorarse de la realidad por si misma.
-¿Cuándo podré ver a Yeray? –le pregunto a su amigo.
-En cuanto terminen el examen, pronto lo verás, aún lo llevan de acá para allá con
las pruebas.
las pruebas.
Vamos, ven conmigo Alejandra, las pruebas que le están practicando tienen una
duración mínima de cuarenta y cinco minutos, ya hable con el doctor y si nos
necesita me llamará por el busca.
duración mínima de cuarenta y cinco minutos, ya hable con el doctor y si nos
necesita me llamará por el busca.
-¿Donde vamos? –pregunto ella dejándose llevar.
-A tomar algo chiquilla, que de un momento a otro vas a caer desmayada.
Necesita volver a tu cara ese color natural de tus mejillas.
Necesita volver a tu cara ese color natural de tus mejillas.
¡Qué suerte tuvieron de tenerle por vecino!
Ya de regreso a la sala de espera, no tardo mucho en salir el doctor Alarcón
acompañado de Héctor y ella como un resorte se puso en pie.
acompañado de Héctor y ella como un resorte se puso en pie.
-Hemos terminado la exploración Alejandra, el ahora está tranquilo, lo tenemos
un poco sedado para que descanse, se puso muy nervioso al verse aquí, no
recuerda nada de lo que pasó, pero poco a poco ira despertando y esperemos
que recordando, hay que tener un poco de paciencia, al tenerte con el estará
más tranquilo.
un poco sedado para que descanse, se puso muy nervioso al verse aquí, no
recuerda nada de lo que pasó, pero poco a poco ira despertando y esperemos
que recordando, hay que tener un poco de paciencia, al tenerte con el estará
más tranquilo.
-¿Qué es lo que pasó doctor?
-No encontramos ninguna anomalía, pensamos mi equipo y yo que debió tener una
crisis de Epilepsia idiopática, al no haber traumatismo craneal ni nada que nos haga
sospechar y con los datos que tu nos aportaste, pensamos que es una causa genética
o traumática. Investigando antecedentes familiares.
crisis de Epilepsia idiopática, al no haber traumatismo craneal ni nada que nos haga
sospechar y con los datos que tu nos aportaste, pensamos que es una causa genética
o traumática. Investigando antecedentes familiares.
Hemos comenzado a tratarlo con anticonvulsivos, el está bien, solo que muy cansado.
Quizá cuando despierte se encuentre un poco desorientado, pero será leve.
-Gracias doctor –dijo con voz asustada.
-Tranquila, lo tendremos unos días en observación por si repite la crisis, suele suceder.
-Vamos, te acompaño a la habitación y con su amigo al lado recorrieron los pasillos
hasta llegar a la zona de ingresos. El, la dejo sola, no quiso ser testigo de la intimidad
del reencuentro. Le hacía daño al corazón, algo que ella nunca descubriría.
hasta llegar a la zona de ingresos. El, la dejo sola, no quiso ser testigo de la intimidad
del reencuentro. Le hacía daño al corazón, algo que ella nunca descubriría.
Se acerco a la cama y a la vez que su mano recorrió el cabello de Yeray, las lágrimas
de ella se precipitaron libremente por sus mejillas.
de ella se precipitaron libremente por sus mejillas.
-Hola mi catira –le dijo el con una sonrisa y volvió a caer en un profundo sueño.
Y abrazada a su diario con los ojos fijos en él, quedó esperando su despertar.
Copyright Fini López Santos