los días mas claros iluminaban
su cara y le daban alegría a su
mirada. Su cabello abundante y
sedoso, se tendía como una fresca
cascada sobre sus frágiles hombros.
Aquella niña se llamaba Lupita.
Como cada mañana al despertar,
Lupita daba gracias a Dios por el
nuevo día, y contenta con sus
libros bajo el brazo, recorría el trayecto
de su casa a la escuela, saltando y bailando al igual que una mariposa.
Era estudiosa, amable y soñadora, tenía una gran virtud la niña…su enorme
y bondadoso corazón. Sus compañeras de clase la querían mucho, tanto,
que siempre escuchaban boquiabiertas sus bonitos sueños y las aventuras,
que escuchaban sin parpadear transportándolas a países lejanos y desconocidos.
Aquella mañana, como tantas otras compartiendo el tiempo de recreo…Lupita,
comenzó a narrar con entusiasmo desbordado su último viaje, tan lleno de
sorpresas, que aun estando despierta, no podía evitar el recordar con asombro.
Estando Lupita rezando sus oraciones, comenzó a sentirse angustiada,
a curiosidad la llevó a su ventana…y mirando a través del cristal, pudo
observar el resplandor de la luna.
¡Vio llorar a la luna! Y la niña ni parpadear.
Las otras niñas comentaron al unísono ¡no puede ser! La luna llorando.
Si, creerme que no miento y al mirar de nuevo la niña, la vio tan triste…
tan triste, que se iba encogiendo poquito a poco como queriendo sin
ser vista desaparecer.
Iba menguando y menguando ¡qué penita le dio!
¿Qué le pasaba a la luna de la niña?
que no podía lucir su plateada luz,
¿qué pesar la aquejaba? la niña se
preguntaba…al no poder soportar
anta tristeza quiso ayudarla
¡si podía!
Y le pidió a su buena estrella la
llevase a su lado para poder
hablar con ella…
Su estrella la cubrió de luz y fueron
ascendiendo hasta ella como un
barco surca los mares y llegando
hasta luna vio sus ojos inundados de lágrimas, pobrecita…como temblaba de pena.
Ay Lupita mi niña... ¡se me acaba los polvos de amor! sin ellos no pueden maquillarme
y en las noches oscuras no puedo lucir resplandor ¡qué será de mí!
Seré un punto oscuro en el firmamento, no podrán seguir mi luz las cometas y luceros…
¿cómo podía ella ayudarla en su desdicha? ¡Y es que la luna tiene un secreto!
La luna es luna y a veces sol…
Cuando el sol enferma, la tierra no puede estar a oscuras y la luna gustosa lo sustituye.
Por las mañanas muy temprano, las nubes sacan brillo a su cara y la dejan reluciente
como el oro, de ese modo poco a poco va asomándose tras el horizonte para iluminar
la tierra con la luz que desprende se hace el día.
Durante las horas en que se transforma en sol, las estrellas sin ser vistas, bajan a la
tierra y se mezclan con los humanos y van llenando sus cestas hechas de trocitos de
algodón, con el amor que los niños le regalan…
¿Hermoso verdad? Recordar ¡esto es un secreto!
Los luceros se encargan
con su grandes molinos
de lluvia, de convertir
el amor regalado en
polvos blancos y
brillantes como copos
de nieve.
Mas tarde, las cometas,
transportan en sus largas
colas, las cestas llenas
de polvo, ante el niño
Dios y él con su sonrisa los convierte en polvos de amor.
En el universo es mucho el trabajo, aunque parezca inmóvil el cielo.
Con esos polvos, las estrellas maquillan la cara de su luna y resurge iluminada
en la noche para velar los sueños de los niños.
Pero la luna esta muy triste, el mundo se ha vuelto egoísta, guerrero…
nadie se pone de acuerdo.
Las guerras son cada vez más numerosas y el rencor y el odio anida
en el corazón de los hombres formando una gran telaraña que impide
el paso a todo lo hermoso y bello; farsas y mentiras, llevan el
desconcierto al corazón de los niños y si no lo remediamos, tal vez
dentro de poco no habrá trabajo para las estrellas, os luceros y las
cometas…
Mi cara no podrá ser maquillada, le contaba la luna a la niña …
Las noches serán tenebrosas…oscuras y todos los perversos
del universo, aprovecharán la oscuridad para robar los sueños
de los niños. Lupita se puso tan triste al escuchar a Luna, que le
prometió llevar su mensaje a todos los niños del mundo, para que
sus corazones sigan limpios y en ellos no exista
nunca el desamor y el odio.
Lupita con inmenso amor, enjugó
las lágrimas de su lunita y cuando
despertó creyó haber soñado
todo aquel dolor.
Para su asombro, encontró junto
a ella una diminuta bolsita llena de
polvos de amor.
Vertió sobre las cabezas de aquellas
niñas que tan atentamente la
escuchaban ¡nada más y nada menos!
Que los mágicos polvos con que se
maquillaba la luna.
Recordad el sueño de Lupita y las
palabras de Luna, cuando estéis
tristes o tengáis alguna duda…
si sois humildes y amorosos,
tendréis siempre a vuestro lado
allá donde vayáis una estela de polvos luminosos alrededor de vuestro gran corazón.
¡No lo olvidéis jamás! Ni tan siquiera cuando seáis mayores, en nuestro corazón…
siempre…siempre…ha de haber un niño.
Copyright Fini López Santos
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